FUENTE :Google Imágenes.
Acabamos de comenzar el otoño, y más que otoño,
parece invierno, así que saltamos de una estación a otra directamente sin apenas
transición ni periodo de habituación. Sin embargo, recuerdo que hace un par de años haber ido a la playa en
este mes ya que el verano se alargó con la presencia de sol y elevadas
temperaturas, e incluso, recuerdo darme
un pequeño chapuzón.
Sin embargo, cada año es una historia diferente que
no tiene que ver nada con la del anterior. Esta vez, junto al cambio estacional
y el mal tiempo añadimos el cambio horario que nos supone que los días se
acorten paulatinamente, y anochezca
antes.
Y hablando de historias, nos podemos sentar en el
sofá, coger una manta, y mejor, nos colocamos al lado de alguna chimenea, y comenzamos a contar historias, historias
como esta.
Érase una vez un día muy, muy otoñal en aquella
antigüedad remota y antigua en
este nuestro Planeta al que todos llamamos Tierra. Sí, allí arriba, en
la sexta rama antes de llegar a la cumbre de la montaña más alta de todas las
cordilleras, sistemas o macizos de montañas terrestres, se estaba realizando el
encuentro anual sobre el medio ambiente y la naturaleza. Las conferenciantes eran las conocidas por
todos y bondadosas hadas de las
estaciones del año. No recuerdo el nombre del pico, no sé si era Ferverest,
Tuntarest o Fortapest por aquel entonces, disculpad mi fallo de memoria, pero
es que era una época tan y tan lejana, que ni lo recuerdo.
En cada estación se solían reunir las cuatro magas medioambientales para
tratar temas y asuntos de este tipo. En esta ocasión iba a ser una cuestión
bastante seria e importante para hablar: los ciclos naturales estacionales. Se
trataba sencillamente de un control rutinario y mecánico, es decir, de que cada
estación apareciera en su momento siguiendo el calendario. Así pues, según mandan los cánones estacionales, en el invierno el
protagonista sería el frío, en primavera resurgiría la naturaleza, en verano los rayos del sol nos acariciarían
y en otoño el viento nos prepararía para
el frío.
Sin embargo, en aquel día tan otoñal y en aquella sexta rama de aquel árbol en
aquella cumbre de aquella montaña más alta del mundo sucedió algo. Sí, sucedió
algo terrible, y ahora paso a contaros. Mientras la reunión de hadas en pleno
mes de octubre se estaba realizando, las hadas estaban disfrutando de aquel
encuentro. Volaban llevadas por el viento, saltaban entre las piedras del
camino, subían y bajan por los troncos de los árboles. Luego, escalaban hasta
las copas de los árboles y entonces, se escondían entre las frondosas ramas
de aquellos de hoja perenne. Después, se
tumbaban en los prados verdes y hermosos, cuando no aparecían entre la
hojarasca del bosque, se mimetizaban con la corteza del árbol, o salían de entre los matorrales o de una osera. De
repente, todo se volvió oscuro y frío, sucedió que un viento helador trajo un enorme
y negro nubarrón que cubrió todo aquel cielo hasta entonces de estampa tan
otoñal. En cuestión de minutos el paisaje cambió y se volvió blanco e invernal
sin dejar rastro ni atisbo de medio ambiente ni de seres vivos.
Así pudo quedarse el medio ambiente, desaparecido
quizá por una glaciación. Así, pero no sucedió así. Porque el hada del otoño vio
la estela que dejó el vuelo de la bruja
del otoño por el cielo, llamó a las otras hadas, la siguieron y juntas hicieron
desaparecer aquel feo hechizo invernal. Y así fue, amigos, que gracias a esta hada el otoño fue rescatado como estación.
MFB
Fuente: You Tube
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