viernes, 16 de diciembre de 2016

LAS LUCES DE LA NAVIDAD

Estos meses se caracterizan por tener los días más cortos de todo el año,  en cuanto a luz natural se refiere, y es que, el invierno se encuentra ya próximo. A las ocho de la mañana el día aún no termina de amanecer y a las seis de la tarde ya se hace de noche. Hemos de decir también que la luz del sol y el brillo de la luna nos están acompañando en estos días de anticiclón en el que podemos disfrutar de un cielo azul.

Hace ya un par de semanas que  se inauguró de algún modo la Navidad en nuestra ciudad ya que se encendieron las luces que el ayuntamiento ha colgado a lo largo de las calles principales, y sobre todo en su gran plaza.

Las luces adornan la ciudad por la noche, ofrecen un aspecto de fiesta y celebración, en este caso navideño, crean un ambiente bastante acogedor, y por supuesto, dan luz e iluminación, función obvia  y principal. Las luces acompañan a las actividades y festejos de estos días se realizan por sus calles, plazas, alamedas, parques, locales y demás.

Así pues, las luces nos anuncian que las fiestas de la Navidad están cerca, nos recuerdan los preparativos previos que tenemos que planificar para que todo esté a punto en su momento, cosas tales como, comprar ese regalo, poner allá aquel adorno, o elaborar esta  comida. Las luces nos acompañarán durante las mismas, estarán presentes también cuando despidamos este año y recibamos al nuevo, y permanecerán hasta que lleguen los Reyes Magos, y después del revuelo de los regalos, vayamos dejando atrás todo ese jaleo.



 Fuente: Geogle Imágenes.

lunes, 31 de octubre de 2016

UNA  ESPESA NIEBLA ENVUELVE LA CIUDAD
La niebla es un fenómeno metereológico bien conocido por esta zona del norte de nuestro país y se convierte en algo bastante habitual en nuestra climatología, sobre todo en el invierno. Lo que ya no resulta tan frecuente es su larga duración como sucede en esta ocasión porque llevamos tres días sumergidos en ella, de tal modo, que parece que ha venido para quedarse. En otras ocasiones cuando aparece la niebla se disipa con facilidad.

La niebla estéticamente es un fenómeno original, aunque algo difícil de describir. Visualmente resulta semejante a una cortina transparente de seda blanca o un humo blanco pero gélido compuesto por finísimas gotitas de agua condesadas que poco a poco nos van calando.

Las condiciones de escasa visibilidad que provoca la presencia de la niebla limitan el desplazamiento de los vehículos en la ciudad o la carretera, lo peligran en la montaña o en el mar,  e impiden el despegue o aterrizaje de aviones.



Si tuviera que hacer una especie de campo significativo en torno a esta palabra haría referencia al nombre del perro de los dibujos animados de Heidi, a la novela de Unamuno del mismo título, al título de la película Gorilas en la niebla, y cómo no a la famosa niebla mítica de la ciudad de Londres,...

Fuente: YouTube 





La misteriosa dama



Ella te envuelve, te abraza

sin que te enteres, te oculta,

cuando te descuidas, te tapa,

sin que lo notes, te atrapa.



Nunca te avisa y se presenta

con su fina blanca capa.

Te moja, te cala y te empapa.



Ella se pasea siempre sola,

aparece de repente silenciosa,  

Se mueve reposada y sigilosa,

No hace ruido, permanece callada.

No se despide, se evapora,

se disipa, se aclara.



Ella traslúcida, húmeda,

misteriosa, no hace escala,

no te oye, no espera, no para

y como viene se va,

ella es ella,quién, la niebla.

  
                                MFB


viernes, 30 de septiembre de 2016

LOS COLORES DEL OTOÑO




No se trata de un slogan publicitario sobre la moda de esta temporada en ropa, zapatos y complementos que podemos ver  en escaparates de tiendas especializadas en ello en el centro de la ciudad, grandes almacenes o centros comerciales cercanos, no.



Se trata de afirmar que poco a poco el cambio de estación implica la aparición de colores diferentes en el paisaje del medio ambiente, con todo lo que ello conlleva.



El otoño es esa estación intermedia, entre el buen tiempo veraniego y los días de atardeceres más tempranos, con una climatología cada vez más complicada y desagradable del invierno, digamos la verdad. En resumen, no hace tan bueno como para ir a la playa ni tan malo como para ponerse un abrigo.



Los colores típicos del otoño son los marrones, ocres y amarillos de las hojas caducas que quedan en las ramas de los árboles, y que también podemos observar en el suelo a modo de alfombras naturales. Estos colores se intercalan con el verde oscuro o claro de las hojas perennes, y que gracias a las lluvias y  la humedad retenida,  conservan todo su esplendor el año completo. También vemos los campos verdes de prados y montañas cercanas que definen y caracterizan el paisaje del norte de nuestro país.


Si miramos al cielo, muchos días veremos su color azul cubierto o semicubierto por  la gama de colores del  blanco, el  gris claro y el  oscuro de las nubes que arriba aparecen  cuando amenazan lluvia, anuncian un chaparrón o acompañan a una tormenta. Si miramos al agua del mar, veremos el reflejo del cielo por lo que tomará un color más azul claro trasparente o más azul añil, en función del tipo de nubosidad o del momento del día.

 Fuente: Google Imágenes



 En esta siesta de otoño, 
bajo este olmo colosal, 
que ya sus redondas hojas
al viento ha comenzado a echar
te me das, tú, plenamiente, 
dulce y sola Soledad.

Sólamente un solo pájaro, 
el mismo de todas las
siestas, teclea en el olmo,
su trinado musical,
veloz, comi si tuviera
mucha prisa de acabar.

¡Cuál te amo!

¡Cuál te agradezco
este venírteme a dar
en esta siesta de otoño,
bajo este olmo colosal,
tan dulce, tan plenamente
y tan sola Soledad!

Poema Soledad.
 Miguel Hernández

   

 De las frutas de otoño


 

Fuente: Google Imágenes.


De los frutos secos








Fuente: Google Imágenes.


De las frutas del bosque





Fuente: Google Imágenes.







miércoles, 31 de agosto de 2016

MÁS HISTORIAS EN VERANO

Como cada año por estas fechas veraniegas la mayoría de las personas viajamos de un lado a otro para irnos de vacaciones, mejor dicho,  esas merecidas y deseadas vacaciones después de todo un año de trabajo. Así  pues, agosto se convierte en el mes por excelencia de las vacaciones anuales. 



Las salas de espera de los aeropuertos y de las estaciones  de trenes o autobuses suelen ser espacios donde confluye una encrucijada de  distintos viajeros con distintos destinos y lugares de orígenes, pero, con el mismo entusiasmo para viajar a un lugar diferente.



Las ciudades principales de cada país, y también innumerables localidades pequeñas, -ya que el turismo rural sigue en alza-, captan la atención de aquellos que quieren viajar en vacaciones, descansar, desconectar, cambiar de ambiente y de tercio. Por lo que las calles y determinados puntos de interés  de estos lugares turísticos elegidos se llenan de turistas, viajeros, curiosos, veraneantes, visitantes, incluso, emigrantes que provocan un aumento de la población considerable y una mejora del consumo en general, aumento de la contratación temporal,  y por tanto, aumento de la economía.

Dejando para otra ocasión el debate de hacia dónde se dirige la mayor parte de la población, si hacia un turismo de costa o de interior,  es decir, si prefieren más playa o montaña, me centro mejor en las personas como individuos. Con ello destaco las historias que cada persona llevamos consigo, la propia historia vital, la historia de su día a día, la historia de ayer, la historia de su viaje, la historia de sus vacaciones, la historia pasada y la que acaba de empezar, la historia de su familia, o las historias que nos podemos inventar ahora en verano,…

Fuente: Youtube


 






El duende del medio ambiente



Cuentan antiguas leyendas que en la antigüedad más remota y en la antigüedad más antigua,  existía un duende de bastante mala fama que era conocido por todos como el duende del medio ambiente. Cuentan esas antiguas leyendas que en aquella antigüedad, incluso dejó de haber verano como en el que nos encontramos un tal día como hoy.



Aquel famoso duende de ceño fruncido, enjuto y barbilampiño, tenía establecida su  morada por algún secreto lugar entre los bosques de las montañas  de nuestra remota y antigua Cantabria. Esto no quiere decir que su campo de acción se localizara y se limitara exclusivamente en esa zona cantábrica y que sólo merodeaba por el susodicho espacio septentrional del norte del lugar que  hoy en día constituye, forma y es parte de nuestro variopinto país llamado España, no.



Como bien he dicho, el duende del medio ambiente era conocido, pero sobre todo, temido  por  los habitantes de todas partes de nuestro redondo Planeta Tierra de aquel entonces, cuestión que ahora paso a explicar.



El relieve terrestre no os lo imaginéis como ahora, nada que ver. Por aquel entonces, no existían carreteras, ni ciudades, ni pueblos por muy pequeños que penséis, tal y como hoy vemos todo, nada que ver, nada. En aquel entonces, todo era medio ambiente y naturaleza, y los habitantes vivían mezclados e inmersos en ella.



Dicen los más mayores de las localidades más pequeñas, aquellos que han heredado la sabiduría hablada, que una ardilla podía ir saltando de rama en rama por entre los árboles desde un extremo a otro de nuestra Península Ibérica. Eso dicen, pero yo creo que son sólo leyendas urbanas, porque vaya trabajo tan duro para un animal tan pequeño, cuantas bellotas tenía que comer, no sé algo no cuadra…



Pues bien amigos, no os lo podéis ni imaginar,  ese ser tan pequeño, diminuto y minúsculo, el duende del medio ambiente, era un individuo malo y perverso, poseía un poder extraordinario para lo malo y lo peor. Se paseaba por los hemisferios norte y sur terrestres varias veces al día. Pero, su gran afán consistía en pisotear montañas para cambiar la orografía. Desviar  los cursos de ríos y provocar  esas inundaciones que todo lo arrasan a su paso como son terrenos, cultivos y  seres vivos. Provocar incendios forestales de miles y miles de hectáreas para lograr desaparecer las distintas especies vegetales y animales que los constituían. Empujar las  fallas y placas del terreno para que la Tierra se revuelva y se formen movimientos sísmicos como terremotos y maremotos. Destrozar los fondos marinos, destruir sus arrecifes y profundidades, ensuciar los mares con vertidos que hagan desaparecer toda vida, agitar las aguas marinas que originen tsunamis, esas olas que a su paso hacen desaparecer islas, acantilados, costas y terrenos. Revolver los volcanes inactivos o dormidos para provocar su activación y que la lava destruya todo el paisaje a su paso.  Soplar con tanta energía que el viento adquiera la fuerza de mil ciclones, cien tornados y varias galernas. Desajustar el ritmo del movimiento  de la tierra que  elimine los días y las noches, y también, el paso de  las estaciones.  En definitiva, desestructurar y eliminar todo lo que por su paso encontrara, ya que el duendecillo disfrutaba haciendo daño a los demás.



En medio de todo este panorama medioambiental se encontraba nuestro mundo, algo triste veréis, un día y otro más. En Cantabria, como en todos los lugares de la Tierra, la población se intentaba agrupar para sobrevivir como siempre, y los niños no salían apenas al exterior a jugar, correr, y saltar por si aparecía el temido duende. Pero, un día sucedió lo que tenía que suceder…



Allí arriba estaba ella, blanca, redonda, brillante y expectante, la luna. Cansada de oír, ver y callar todo lo que aquel duendecillo no cesaba de hacer, decidió actuar aquella noche. Entonces, sucedió lo que tenía que suceder. Sus rayos en vez de iluminar como cada noche a la dormida Tierra, se centraron tan sólo en la pequeña  figura del duende. De repente, su silueta apareció a lo lejos como una de luz inmensa, brillante y chispeante de  duración interminable que iluminaba y brillaba  con la fuerza de miles de candiles, faloras, faroles, faros, bombillas, lámparas, lamparillas, velas, candelabros, fluorescentes y luces, todas ellos encendidos a la vez y sin parar. A continuación, lo que tenía que suceder, sucedió… Porque el duende comenzó a inflarse más y más,  y cada vez más, como un globo de chicle en la boca de un niño, no, como una pompa de jabón gigante, no, como un globo terráqueo de habitación, no, como un gran pez globo marino, no, como un globo aerostático, no, mejor como un nuevo planeta enano,  sí, hasta que ¡zas¡, explotó, y todas las partículas que lo componían al igual que una lluvia de estrellas se desperdigaron por todo el Universo. Y, ¡plas¡, desapareció.



Entonces el panorama medioambiental cambió. Las plantas brotaron de nuevo, los animales salieron de sus guaridas y los niños  salieron al exterior a jugar, los ríos siguieron su curso, los ecosistemas comenzaron a establecer su equilibrio, y el medio ambiente fue evolucionando progresivamente hasta llegar a nuestros días con sus mares, montañas, selvas, valles, colinas, campos, bosques, volcanes, acantilados, tal y como lo conocemos hoy.



Ah, se me olvidaba, como cuentan esas antiguas leyendas que en aquella antigüedad remota y antigüedad antigua, volvió a  haber verano como en el que nos encontramos un tal día como hoy.


 Fuente: Google Imágenes.